viernes, 23 de junio de 2017

La épica antigua

LA ÉPICA ANTIGUA
Los mitos griegos

Para las sociedades que los crean y transmiten, los mitos narran acontecimientos de carácter sagrado, que se considera que ocurrieron en el principio de los tiempos. Los integrantes de la comunidad entienden que esos relatos no han sido creados por alguien en particular, y que incluso existían desde antes que hubiera alguien que pudiera contarlos. En algún momento fueron revelados a los antepasados, y su recuerdo se mantiene –gracias a la transmisión oral– de generación en generación.

Los protagonistas de los mitos griegos son seres considerados superiores: dioses y héroes legendarios, cercanos a los mismos dioses en un mundo dominado esencialmente por estos últimos, aunque compartido con los hombres. Según este tipo de pensamiento, el mundo es como es porque en el origen han ocurrido las cosas que los mitos cuentan.

Las mitologías de todas las culturas antiguas son amplios conjuntos de textos que se entrelazan formando la trama de las creencias de cada comunidad. Puestos en acción, los mitos se entrelazan con una amplia variedad de narraciones que los complementan, los amplían y los refuerzan, como las fábulas antiguas, los cuentos populares, los ciclos heroicos y, en particular, las leyendas.

Los límites entre las leyendas y los mitos suelen ser difusos. Pero en general, las leyendas se ocupan de acontecimientos que se suponen más cercanos: hechos vinculados con el tiempo de los hombres y ocurridos en una región específica, mientras que los mitos propiamente dichos narran cómo los poderes sobrenaturales actuaron en el inicio de los tiempos para construir el mundo tal como es.

La épica antigua

La capacidad humana de contar, relatar o narrar se ejercita desde tiempos muy remotos. Los relatos más antiguos se conocen como poemas épicos o epopeyas. El término épica proviene del vocablo epos, que quiere decir “palabra”.

Las epopeyas son poemas extensos que relatan las hazañas de héroes enfrentados con fuerzas que los superan. Estos poemas pervivieron gracias a la tradición oral y llegaron hasta nuestros días al ser puestos por escrito en fechas posteriores a su creación.

A lo largo de los siglos, los más antiguos habitantes de Grecia conocieron una vasta tradición de carácter épico, que tenía como objetivo celebrar las hazañas de los héroes guerreros de gran significación para la identidad cultural de la comunidad. A los hechos de aquellos héroes, que se consideraban históricos, se los revestía de rasgos sobrenaturales dada la condición sobrehumana que se les reconocía. En esta vasta literatura oral abrevó sin duda Homero para la composición de la Ilíada y la Odisea.

Dos epopeyas: la Ilíada y la Odisea

La Ilíada, atribuida al poeta griego Homero, relata los acontecimientos sucedidos durante el décimo y último año del sitio de Troya por parte de los griegos y, en especial, la cólera de Aquiles al ser privado de su botín de guerra por Agamenón, el jefe de la expedición. Después de su destrucción, Troya recibe el nombre de “Ilión”: de ahí el título de la obra de Homero.

Se trata de una epopeya de 15.000 versos que pone en escena a héroes valientes, simples mortales o semidioses, que compiten por la gloria en el combate, apoyados por los dioses del Olimpo. Así, en la Ilíada los dioses como Zeus, Atenea o Hera tienen participación en la vida de los hombres: observan la guerra como espectadores, deciden las victorias y las derrotas e intervienen directamente en el campo de batalla para que se cumpla el destino de los personajes.

Por su parte, la Odisea, cuya autoría también se atribuye a Homero, consta de 12.000 versos en los que se relatan las aventuras del jefe griego Odiseo –también llamado Ulises–, quien combatió durante diez años en Troya y tardará otros diez en regresar a la isla de Ítaca, donde viven su mujer Penélope y su hijo Telémaco.

Las cualidades de un héroe
En la antigua Grecia, los héroes eran, con frecuencia, guerreros provenientes de familias aristocráticas. Contaban, además, con antepasados –reales o míticos– prestigiosos: muchos eran fruto de la unión de un dios y un mortal, o tenían por lo menos un dios entre sus antepasados. Pero su condición de seres mortales los volvía inferiores a los dioses: no solo tenían sentimientos que los hacían sufrir, llorar y enojarse (pasiones que también son características de los dioses), sino que los héroes podían recibir heridas, a menudo fatales.

Aunque mortales, los héroes como Aquiles se distinguían, sin embargo, de los hombres comunes por varios atributos. Uno de ellos era el aspecto físico: en los poemas homéricos, la belleza del cuerpo se resalta con el esplendor del equipamiento para la guerra. En segundo lugar, los héroes buscaban excelencia. Lo que impulsa a estos personajes a realizar actos heroicos no es un sentido del deber, tal como nosotros lo entendemos: como deber hacia los demás. Se trata más bien de un deber personal, de un deber para consigo mismos. El héroe homérico se esfuerza por lo que nosotros traducimos como “virtud”, y que en griego es areté, “excelencia”. La excelencia está directamente relacionada con la gloria: si como hombres son mortales, los héroes aspiran a otro tipo de inmortalidad, aspiran a sobrevivir en la memoria de las futuras generaciones por sus hazañas.

En cambio, los héroes como Odiseo se caracterizaban por su astucia, inteligencia y deseo por saber. Sus particularidades físicas y su habilidad con las armas no eran sobresalientes como las de los guerreros, pero aún así eran líderes innatos, valientes y dispuestos a la aventura.

Si bien existían, entre los héroes, algunas costumbres propias de la época que hoy podrían evaluarse como crueles, tales como la privación de las armas del enemigo o la mutilación de un cadáver, podemos reconocer también prácticas corteses a través de las cuales los héroes homéricos muestran piedad, hospitalidad y amistad. Al final de la epopeya la Ilíada, cuando Aquiles renuncia a su venganza y le devuelve a Príamo el cuerpo de su hijo, evidencia una evolución psicológica como personaje. Esta primera manifestación de filantropía llegará a ser una virtud muy importante en el mundo griego.

Muchos de los héroes presentaban un destino fijado por los dioses y anunciado por los oráculos. En general, los designios divinos se oponían a los deseos del héroe, quien muchas veces intentaba en vano evitarlo: su destino es un destino trágico.

El período de culto al héroe comenzó en el siglo VIII a.C., cuando las élites aristocráticas refundaron las ciudades griegas sobre nuevas bases sociales, militares y políticas. Y es a través de la epopeya que se celebra que los héroes ganaron la inmortalidad.

Los valores que defienden los héroes son reveladores de las civilizaciones que les dieron origen. El escritor francés Phlippe Sellier escribe: “¿De dónde vienen los héroes? De una necesidad inherente a la humanidad de admirar, de crear modelos y dioses que superen, y de la literatura”.

La maquinaria divina
Al igual que la inmensa mayoría de los pueblos antiguos, los griegos eran politeístas: creían en una vasta cantidad de divinidades, de diferentes características y condiciones.

Los dioses del Olimpo estaban organizados en una familia sometida a la autoridad patriarcal de su jefe, Zeus. Poseidón era su hermano menor: Hera, su esposa, y Apolo, Atenea, Afrodita, Ares y Hermes, sus hijos. Se distinguían por su belleza y por tener un poder extraordinario que les permitía incluso controlar los fenómenos celestes. Eran antropomórficos, es decir, tenían aspecto humano y estaban animados por las mismas pasiones y sentimientos que los hombres: amores, disputas, celos, etc. Eran seres poderosos, aunque imperfectos, cuyas pasiones, defectos, virtudes, aciertos y errores eran muy semejantes a los de los mortales.  

Sin embargo, a diferencia de los hombres, tenían facultades sobrenaturales y eran inmortales. Entre las primeras pueden mencionarse el dominio de los elementos de la naturaleza (el rayo, el viento, la lluvia, el mar, el fuego, etc.), la posibilidad de transformación propia (en objetos inanimados tanto como en seres animados, incluso adoptando forma humana), el poder de transformación de objetos y seres vivos, y la capacidad de procreación (tanto en unión con otras divinidades como con mortales).

La acción central de la Ilíada gira en torno a la voluntad de Zeus y su promesa a Tetis de que los troyanos ganarían hasta que los griegos apreciaran la importancia y el valor de Aquiles. Esta intervención de los dioses en la vida de los hombres se conoce como “maquinaria divina” y es un recurso estructural que Homero ha empleado en las dos obras que se le atribuyen. En el caso de la Ilíada, Hera, Atenea y Poseidón respaldan a los griegos, mientras que Apolo, Afrodita y Ares apoyan a los troyanos.



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Fuentes: fragmentos de los textos "La épica antigua" en la Ilíada y "Los dioses y los héroes" en Mitos en acción 1, Ed. La estación.

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